Hay jugadas que sólo admiten el cielo o el ridículo. Pienso en el escorpión de Higuita o en el penalti de Panenka, acciones que han inmortalizado a sus autores pero que pudieron haberlos matado allí mismo. Al observarlas nos admira tanto la ocurrencia como el riesgo. Y esa misma vertiginosa admiración volvimos a sentir anoche. Sucedió que Guti tenía un balón para fusilar al portero y aquello le pareció demasiado fácil, aburridamente convencional. De manera que en ese trance que a otros nubla, él tuvo una idea. Pensó en burlarnos, para empezar. A los defensas, al portero y al mundo en general. Así que en el segundo que cabe entre recibir y controlar, Guti miró atrás para confirmar que Benzema acompañaba la jugada. El resto fue relamerse, disimular, apuntar y, en lugar de apretar el gatillo, sacar el tacón.
El silencio que siguió fue el que nos tomamos para entenderlo. Después atronaron los aplausos de los madridistas y del mundo en general, con la excepción, quizá, de los aficionados del Deportivo. Benzema celebró el gol aunque sabía que no era suyo y Guti, padre de la criatura, lo festejó con cierto estruendo, quizá sólo le sobró eso; en estos casos lo mejor es quitarse importancia, fingir que se vive de esa forma, taconeando.
Si rebobinamos (aunque no apetece) advertimos que la jugada fue excelente, una contra iniciada por Casillas, conducida por Kaká, cuyo pase parecía asistencia y al final sólo fue excusa. Si miramos más atrás descubrimos que el Madrid ya ganaba por 0-1, absoluto dominador del partido. Ese fue el efecto de reunir a cuatro futbolistas de toque en la zona de creación: Xabi, Granero, Guti y Kaká. No hay mejor fórmula para superar la presión, para derribar maldiciones.
para ti sería..
Hace 14 años
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